jueves, 3 de octubre de 2013

En el día del periodista: El periodismo se ejerce con honra o no se ejerce.

Felipe A. Páucar Mariluz*. 
 
Quizás algunos periodistas coincidan conmigo, cuando digo que el periodista no debe tener un día para celebrar (porque no hay nada que celebrar) y menos esperar reconocimientos o regalos de elementos cercanos al poder, quienes en la práctica son los victimarios de la prensa independiente y ética por sojuzgarla con prebendas y con favores hasta convertirla en aliada de una función  a veces amoral e ilícita.
El periodista y no el émulo de este, debe estar frente al fuego del poder: “Ni muy cerca que se queme, ni muy lejos que sienta frío.” Su objetivo es la verdad, única forma de acercarse de manera digna a la realidad, que es lo que al final importa al público objetivo, al cual no debemos. Al periodista, al margen de diplomas se le conoce en la cancha, porque un ‘licenciado’ no es mejor que otro íntegro, así se nutra de auto halagos.
En este día comparto con los hombres y mujeres de prensa un artículo publicado por Francisco A. Rizzuto sobre Ética y Periodismo por considerarlo de gran valor:
“Comencemos a definir lo que es la ética, según el diccionario Enciclopédico Salvat: "Parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre". Hasta aquí, una definición académica.
Encuentro muy interesante recordar el pensamiento de Juan Pablo II, precisamente sobre el tema Ética y Periodismo. Me baso en la encíclica que el Papa escribió a principios de 1994, Veritas Splendor, en la cual hay un tema que es muy querido por el Santo Padre, la vinculación entre la libertad y la verdad.
Me baso también en su mensaje de hace doce años, en 1984, en una reunión que mantuvo en Roma con periodistas de todo el mundo. El Papa consideró la tarea del periodista como la de un profesional de la comunicación. Dijo que encuentra una gran analogía entre la de cualquier persona que enuncia un Evangelio, un credo religioso y un anunciante o un profesional de la comunicación como debe ser un periodista, porque los dos están al servicio de la transmisión de la verdad. El evangelizador tiene que transmitir una verdad.
El profesional de la comunicación, insiste mucho el Papa sobre este tema, no tiene que ser una persona que ponga la pluma al propio uso exclusivo, sino que tiene que tener en cuenta la realidad en la cual se fundamenta. Encuentra un paralelo notable entre un evangelizador y todo comunicador.
Una profesión para ejercer honrosamente. Agrego yo aquí, repitiendo anteriores conceptos: esta profesión es un apostolado, porque el periodismo se ejerce con honra o no se ejerce. La verdad y la libertad de expresión están íntimamente unidas y la verdad es aliada inseparable de la ética de la libertad de expresión. Y muchas veces la tragedia del hombre contemporáneo es haber separado tanto el orden científico y el orden moral, que en el fondo se han convertido en órdenes inseparables, irreductibles, en órdenes que nada tienen que ver, que son independientes. Entonces son necesarias las normas éticas.
El escritor colombiano Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, ha escrito: "Creo que la formación de los periodistas no ha logrado evolucionar a la misma velocidad que los instrumentos del oficio, y que estos profesionales se han quedado buscando a tientas el camino en el laberinto de una tecnocracia disparada sin control hacia el futuro".
Agrega que le preocupa la crisis ética del periodismo escrito que, dice, es galopante. "El empleo de comillas es vicioso en declaraciones falsas o ciertas, facilita equívocos inocentes o deliberados, manipulaciones malignas y tergiversaciones venenosas, que le dan a la noticia la magnitud de un arma mortal".
Añadió finalmente: "El único consuelo que nos queda es suponer que muchas de estas transgresiones éticas, y otras tantas que avergüenzan al periodismo de hoy, no son siempre por inmoralidad sino por falta de dominio profesional".
Veracidad y respeto. Entiendo yo que se trata del progreso moral, pues en sociedad convulsionada existe la prensa mala como también la buena prensa. Reitero, el periodista debe ser veraz en su actividad profesional; una información debe respetar la integridad de quienes la protagonizan o de terceras personas, obteniéndose siempre con dignidad. Y el periodista debe servir a los intereses de sus lectores y de su empresa, respetando siempre los dos preceptos anteriores.
Es que el periodismo debe ser independiente de todos los poderes y la sociología de la prensa y la comunicación, revelan que no lo es en determinados sectores. La prensa es independiente, esa misma prensa que desde el punto de vista constitucional, tiene abierta ella misma la autorregulación ética.
En este fin de siglo invadido literalmente en nuestra vida cotidiana por la imagen, el periodismo responsable no se confunde con la animación. Como se dijo en la asamblea de la SIP, en Bariloche, en noviembre de 1994, el mundo está plagado de animadores y cada vez hay menos periodistas.
Un animador es alguien que crea escenografías y dramatizaciones de los acontecimientos. Un periodista es alguien que, sobre la base del anterior atributo, con autorregulación ética y sentido de deber, trata de aproximarse de la mejor manera posible a la realidad.
El ejercicio de periodismo, como actividad que incide en la sociedad en forma relevante, debe someterse a principios éticos. Así ha sido en el pasado y así continua siendo en el presente. Se trata de encontrar el “justo equilibrio” entre la libertad y la responsabilidad. ¿Está todo dicho sobre la ética? El debate sobre este tema en la profesión es interminable, y debe ser así. Sobre todo en un país como el nuestro donde hay libertad de prensa, aunque con vigilancia de nuestra parte.
A mí me preocupan dos cosas. Por un lado la información es tan peligrosa para la gente que nos la brinda, que es un imperativo ético protegerla. De modo que creemos que tenemos la obligación con eso información sólo si podemos confirmarla. Y la conciencia de que ejerce un poder y que, por eso, no se librará de los conflictos éticos.
Una sola ética. Pareciera obvio que si pudiéramos esbozar una ética para periodistas estaríamos en la posición formidable de poder definirla también para los hombres en general, en esta postrimerías del siglo XX. Es que resulta fácil concebir la ética cuando el Creador eleva y anonada a Moisés entregándoles las Tablas de la Ley en las cumbres del Sinaí. O cuando en el Génesis se nos prohíbe comer las frutas de conocimiento para ser iguales a Dios.
¿Qué decir de este hombre actual que sostiene la autonomía absoluta de las reglas de la moral? La autosuficiencia de lo humano y que, en el trasfondo de su alma, dice constantemente: Quiero, vislumbro que Puedo, y luego Debo. Y el periodismo de hoy es un poder necesario y gigante, pues engendra su fuerza de su capacidad, de su objetividad frente a cualquier otra presión. El poder del periodismo no es un poder restringido institucionalmente, por lo menos entre nosotros.
Creo firmemente que la mayoría de los periodistas son incorruptibles, que están en su puesto de lucha en un mundo que debe ser rehecho todos los días para que siga siendo humano. El poder al servicio de la gente.
Concluyamos entonces que comencé cuando definí la ética por moral: el poder de la prensa consiste en hacer, modelar, en esclarecer la opinión pública. Por eso somos nada menos que el cuarto poder y suscitamos un estado de opinión sin pedir nada a cambio. Y sentencio nuevamente: el periodismo se ejerce con honra o no se ejerce.
Creo en la libertad con responsabilidad y de ahí una de las razones de que hemos sido, somos y seremos hasta en fin de nuestra jornada, creyentes en la libertad ejercida con ética y moral. Tal como lo predica constantemente nuestro querido Círculo de la Prensa.”

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